¿Es posible criar un kg de pepino con 16 céntimos?

Consumidores y productores somos los grandes perjudicados ante los márgenes comerciales desproporcionados que impone la distribución. Los productores cada día más asfixiados económicamente y la cesta de la compra año tras año más elevada.

En el artículo anterior planteamos 4 cuestiones para invitar al lector a la reflexión:

1ª) ¿Es posible criar un kg de pepino con 16 céntimos?

2ª) Si las grandes distribuidoras, se ponen de acuerdo en los precios que ofertan por los productos, tal comportamiento ¿vulnera las leyes de defensa de la competencia? ¿Estaremos ante un oligopolio con pacto?

3ª) ¿Puede alguien, por envasar y transportar un fruto fresco, o simplemente por ser un intermediario, multiplicar por 10 veces el precio para que lo pague un consumidor  y obtener un beneficio casi usurario?

4ª) Si hundimos a los productores europeos y la producción europea de alimentos (probablemente la de más calidad y seguridad a nivel mundial), además  de crear más paro, despoblamiento de zonas rurales, abandono y pérdida de recursos productivos y riqueza ¿no estaremos abandonando y dejando en manos de terceros países, una cuestión estratégica y básica de supervivencia como es la alimentación de nuestra población?

Como breve respuesta a esas cuestiones planteadas comenzaremos por la primera cuestión:

 ¿Es posible criar un kg de pepino con 16 céntimos?

Para un agricultor, solamente contratar la recolección de un kg de fruto de pepino, supone, aproximadamente, 6,25 céntimos/kg de mano de obra. Llevar ese kg de pepino recolectado desde el invernadero a la comercializadora supone 2,4 céntimos/kg. Si a esas cantidades sumamos el precio de las semillas, las horas empleadas en trabajos preparatorios de la tierra, desinfección, la siembra, gastos de agua, los gastos de  abonos, las horas de  trabajo empleadas en los riegos, abonados, cuidados  y laboreo de las plantas, tiempos empleados en cargas o descargas del fruto, gastos de suministros eléctricos, amortización de plásticos, maquinaria, herramientas, equipos de trabajo  e instalaciones, amortización de préstamos y un largo etcétera, llegaríamos a una cantidad que podría oscilar entre los 40 y 50 céntimos de euro por kg de producto como mínimo. Y que ocurre cuando un agricultor percibe por ejemplo 23 céntimos por kg de fruto y le cuesta producirlo entre 40 y 50 cts. La respuesta es sencilla. Incurre en pérdidas. Cada kg de fruto que produce, si quiere llevarlo al mercado le supondrá unas pérdidas de entre 17 y 27 cts/Kg. Por esta razón no puede llevarlo al mercado y algunos han optado por arrancar las plantas. La situación de bajos precios para los agricultores en determinados productos, lleva prolongándose durante más de 20 años. Ha ido provocando un empobrecimiento y endeudamiento progresivo de los agricultores. En la actualidad las crisis en los precios ofrecidos por las distribuidoras, llegando a precios por debajo de los costes de producción, es una amenaza directa para nuestro sector agrario.

En cuanto a la segunda cuestión planteada:

Si las grandes distribuidoras, se ponen de acuerdo en los precios que ofertan por los productos, tal comportamiento ¿vulnera las leyes de defensa de la competencia? ¿Estaremos ante un oligopolio con pacto?

De existir tales pactos, como así parece desprenderse de la realidad que vivimos cada día a la hora de comercializar los productos, estos comportamientos pueden vulnerar las leyes de defensa de la competencia y el principio de libre funcionamiento de los mercados. Así que deben investigarse y adoptarse las medidas legales, ya que se generarían graves distorsiones en los mercados y en el mundo rural cuyos recursos económicos y futuro están en juego.

La asociación Agricultura Viva en Acción, se ha inscrito como Lobbie en el registro  habilitado por la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia. La finalidad es colaborar con los órganos e instituciones del Estado para perseguir, denunciar y evitar conductas contrarias a la libre competencia. Somos una asociación de ámbito nacional abierta a todos los miembros del sector agrario.

La tercera cuestión planteada:

¿Puede alguien, por envasar y transportar un fruto fresco, o simplemente por ser un intermediario, multiplicar por 10 veces el precio para que lo pague un consumidor  y obtener un beneficio casi usurario?

Está ocurriendo en la actualidad. Hay órganos e instituciones encargadas de observar la evolución de los precios. Existe un índice específico que mide los incrementos porcentuales de los precios agrícolas y ganaderos, desde el que se paga al productor, hasta el que paga el consumidor. A modo de ejemplo vamos a citar el IPOD, o índice de Precios en Origen y Destino de los alimentos. Adjuntamos ilustración del IPOD de Agosto publicado por UCE,COAG Y CEACCU

Como podemos observar en la tabla del IPOD, en productos agrícolas hay un margen del 389%  de media, sobre el precio pagado a los agricultores. En resumen los consumidores pagarán entre el triple y el cuádruple de lo que perciba un agricultor por su fruto. Ese margen tres veces superior al que remunera al productor, lo perciben intermediarios. Determinadas partidas están plenamente justificadas, como la transformación o el transporte. Sin embargo, otras partidas (las más voluminosas) son simples operaciones especulativas, donde la administración trata de poner algo de luz ya que el control se convierte en misión casi imposible.

Las grandes distribuidoras, actuando con criterios empresariales y con el ánimo de maximizar sus beneficios tratan de comprar sus mercancías al precio más bajo posible, y venden en el mercado, a los consumidores, al precio más alto posible. Este comportamiento no tendría nada de reprobable, salvo que en el caso de los productos agrarios y ganaderos, no han caído en la cuenta (o puede que simplemente no les importe), que ofreciendo precios de compra por debajo de los costes de producción y de un beneficio empresarial para los productores (que también son empresarios), matarán a su gallina de los huevos de oro. A nivel económico, social, demográfico y estratégico, pondrán en peligro al sector Agrario, un sector económico fundamental y básico para el sostenimiento de la población. Los recursos alimentarios  no pueden dejarse en manos de la especulación y la avaricia. Baste recordar que el dinero no se come. Hay que garantizar que exista producción de bienes y que estos lleguen al mercado para que puedan intercambiarse por otros bienes o dinero. La asfixia económica del campo puede provocar abandono de cultivos. Destrucción de frutos, arranques de plantas, etc. Puede pensarse que otros vendrán a ocupar el lugar de los que abandonan, pero un mercado destrozado por la avaricia tardará en recuperarse. La alternativa buscar alimentos fuera; las importaciones. Esta alternativa generará otro obstáculo o dificultad añadida para reactivar nuestros campos abandonados.

La cuarta cuestión:

Si hundimos a los productores europeos y la producción europea de alimentos (probablemente la de más calidad y seguridad a nivel mundial), además  de crear más paro, despoblamiento de zonas rurales, abandono y pérdida de recursos productivos y riqueza ¿no estaremos abandonando y dejando en manos de terceros países, una cuestión estratégica y básica de supervivencia como es la alimentación de nuestra población?

Para Agricultura viva en Acción, las prácticas comerciales que no respeten la pervivencia y viabilidad económica de los productores del sector agrario locales, (agricultores y ganaderos españoles y europeos), atentan contra un sector estratégico y básico de nuestra economía. Ponen en juego la satisfacción de una necesidad humana fundamental: La alimentación.

Con la alimentación de la población, la calidad, seguridad y disponibilidad de los alimentos, entendemos que no debe jugarse. Tampoco creemos que deba dejarse (la alimentación de la población) en manos de terceros países o de unos operadores comerciales movidos por la especulación y la avaricia.

 

 

Por David Sánchez

Secretario de Agricultura Viva en Acción

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